lunes, 5 de abril de 2010

Pico de Orizaba 5,650 msnm

Todo comenzó en otra montaña a muchos kilómetros de distancia del Pico.
Un fin de semana atrás fui a subir el Ajusco, una montaña fácil y con una altura no muy importante pero que tenía muchas ganas de subir desde hace mucho tiempo porque no hay un día que no vea esta montaña desde mi coche y no era posible que no hubiera escalado esa montaña que se encuentra tan cerca de donde vivo. Fui a subir el Ajusco con dos amigos, Rodulfo Araujo y Abraham Levy con quienes momentos antes o después de haber alcanzado la cumbre del Ajusco, se nos ocurrió organizar una salida para intentar escalar el Pico de Orizaba el fin de semana siguiente.
A la expedición se unieron Miguel Ramírez y Michel Pesquera, unos compañeros de montaña amigos de Rod.
Más o menos a las 6 de la mañana del sábado, Abraham pasó por mi para después ir a casa de Rod a recoger a los demás, echamos todo el equipo a la parte de atrás de su pick up y salimos hacia el Pico de Orizaba.
Después de varias horas de tráfico y de carretera, finalmente pude distinguir vagamente detrás de la bruma la silueta inconfundible del Pico de Orizaba que poco a poco se iba esclareciendo y haciendo más grande hasta que finalmente puede observar la montaña entera y su enorme glaciar que cubre toda la parte superior y que llega hasta la cumbre.
Pasamos por varios pueblos hasta que llegamos a Tlachichuca, este es el último pueblo o civilización antes de internarse en el bosque de la base de la montaña. En este lugar hicimos una parada técnica para comprar unas tortas para comer y cenar cuando llegáramos a la montaña. Dejamos atrás Tlachichuca y manejando por una terracería, llegamos a un bosque de pinos muy bonito porque parece como si todos los árboles crecieran a la misma distancia uno del otro, entonces hace ver todo muy simétrico. Seguimos manejando por la terracería hasta que el camino se descompuso y nos topamos con baches, topes altos y subidas de tierra muy empinadas que nos obligaron en una ocasión a bajarnos de la camioneta para que pudiera pasar una subida bastante empinada y con tierra suelta; a pesar de que la pick up de Abraham no es 4X4, el difícil camino no fue rival y después de un rato de brincos y de golpearnos las cabezas contra los lados de la camioneta, llegamos a un valle donde pudimos ver e Pico completo y de frente y alcanzamos a distinguir el Refugio Piedra Grande a lo lejos en la parte baja de la ladera de la montaña.
El refugio es bastante grande, yo creo que caben más de 50 personas acostadas y hay bastante espacio para cocinar y comer. Lo mejor de todo es que como puedes llegar hasta el refugio en coche, puedes llevar lo que quieras y no lo tienes que cargar, por ejemplo, Michel llevó un colchón inflable del tamaño de una cama matrimonial y también llevo fondue para todos con todo y los tenedores especiales y pan ya cortado. Además de nosotros había otros dos grupos de montañistas como de cuatro personas cada uno que habían pagado a una compañía para que los subiera a la montaña y desde que llegamos estaban practicando las técnicas para caminar en el hielo, etc.
Después de comer, salí a caminar un rato en los alrededores del refugio para tomar unas fotos y me quedé platicando afuera un rato con Miguel y Michel mientras Rod y Abraham se echaban una siesta. Cuando se nos acabó la plática y me canse de no hacer nada, decidí dormir un rato para cargar un poco las baterías y estar más descansado para la escalada del día siguiente que sabía que iba a ser muy demandante.
Llevaba ya durmiendo casi 2 horas cuando me despertaron las risas y gritos de Michel y Abraham que estaba contando sus aventuras del kayak. Lo bueno de que me hayan despertado es que alcancé a ver el atardecer y pude tomar algunas fotos. Después de todo eso estuvimos platicando un rato mientras cenábamos el fondue y me fui a dormir.
Me despertó el despertador a la 1:00am, nos vestimos, preparamos el equipo, comimos algo y más o menos a las 2:00am salimos del refugio rumbo a la cumbre. Al momento de salir, nos dimos cuenta que gracias a la luna casi llena, podíamos avanzar sin la necesidad de usar linterna, también me sorprendió la suerte que tuvimos porque el clima esa noche era perfecto, no había nada de viento y no hacía casi nada de frío.
La primer parte de la ruta se hace siguiendo las ruinas de un antiguo acueducto que sirve de camino hasta que se termina y empieza un terreno de piedra y rocas que a veces es interrumpido por lenguas de nieve y hielo las cuales pudimos cruzar sin crampones (picos que se ponen en las botas para no resbalar en el hielo) hasta llegar a una parte que se llama el laberinto; se llama así porque hay varias cañadas las cuales tienen distintos grados de dificultad dependiendo las condiciones en las que se encuentren y el chiste es escoger la mejor para que sea más fácil el ascenso de esa parte.
Al llegar al laberinto Miguel y Michel iban subiendo muy rápido y se adelantaron, yo iba subiendo con Abraham y Rod iba un poco atrás de nosotros. A partir de este punto todo estaba cubierto de nieve que había caído algunas semanas atrás y lo bueno es que no estaba tan congelada, así que podíamos avanzar muy fácilmente sin crampones a través de ella, también la nieve estaba llena de penitentes (formaciones en la nieve parecidas a las estalagmitas de varias formas y tamaños provocadas por el deshielo, vientos, etc.) a veces pequeñas y a veces de más de metro y medio que ayudaban a que no estuviera resbaloso.
Después de atravesar el laberinto, hay que subir el sarcófago para poder llegar a la base del glaciar. El sarcófago es el risco o panza muy grande en esa cara de la montaña justo donde empieza el glaciar. En esta parte el terreno se hizo mucho más empinado y la temperatura bajó mucho. Nos detuvimos para ponernos los crampones y aprovechamos para sacar de la mochila nuestras chamarras.
Al llegar a la base del glaciar, nos encontramos con Miguel que se había separado de Michel. En este punto ya habíamos llegado a los 5,000 metros y yo me estaba sintiendo un poco débil por lo poco que había desayunado, así que me detuve un momento para comerme un chocolate y unas galletas. Estuve un poco más de cinco minutos sin moverme y me empecé a enfriar muchísimo y ya comenzaba a soplar un viento helado que si tocaba tu piel, sentías que te congelaba, así que me comí una última galleta y seguí subiendo.
Las condiciones del hielo en el glaciar eran buenas y yo ya sentía que habían regresado mis fuerzas, pero la montaña, el frío y la altura me estaban exigiendo muchísimo a tal grado que yo no quería sacar mi cámara para tomarle fotos a los increíbles colores del cielo al amanecer. Recuerdo perfectamente como me dijo Abraham "este momento nunca se va a repetir, saca tu cámara y toma fotos". Esto me pasa mucho en la montaña, estas tan agotado que lo que menos quieres en ese momento es sacar tu cámara para tomar una foto, lo bueno es que las palabras de Abraham me convencieron y recuerdo que tomé solo dos fotos y volví a guardar mi cámara.
Hacía mucho frío y había un viento helado que me congelaba la oreja derecha, saqué mi termómetro y vi que estábamos a ocho grados bajo cero, esto sumado a la temperatura y velocidad del viento. El frío nos afectaba a todos, Abraham no sentía las manos y yo no sentía la cara y las orejas y mis manos comenzaban a congelarse por culpa del viento . Esto se debe a que el amanecer es la hora más fría del día.
Más adelante el frío se quitó un poco y podíamos subir más a gusto hasta que nos topamos con una grieta que tenía una boca como de medio metro y en algunas partes era más abierta y no se veía el fondo. Esa fue la primera vez que vi una grieta. No saben el miedo que da solo el pensar en caer dentro de ella. Primero la cruzó Miguel, pisando en un puente de hielo bastante grueso que pudo soportar primero su peso y después el de Abraham y el mío sin ningún problema.
Después de esa grieta parecía que la montaña había cambiado, el hielo se convirtió en hielo negro que es muy duro a comparación del hielo por donde habíamos estado subiendo y estábamos escalando la parte más empinada y más alta del glaciar. Para mi todo fue diferente, era más difícil avanzar por el hielo tan duro y la inclinación y la altura ahora sí me estaba pegando. Dar tres pasos seguidos requería de todo mi esfuerzo y era necesario detenerme a descansar a cada rato, tal vez esto se debía a que se me estaba acabando la energía y necesitaba comer algo. Después de una o dos horas de seguir subiendo, por fin logré llegar al borde del cráter. Ahí me encontré con Abraham quien había llegado unos minutos antes y después llego Miguel. Yo estaba agotado, débil y un poco mareado, así que rápidamente saque mi sándwich y me lo comí. Inmediatamente después de comer y tomar agua sentí como me regresaban las energías y poco a poco me recuperé al 100%. Desde ese punto ya estábamos más o menos como a 50 metros de la cima, así que después de descansar un poco, empezamos a subir la última parte.
Al llegar a la cima, la vista era impresionante, no había nada más alto alrededor, estábamos parados en el punto más alto de México (5,650 metros sobre el nivel del mar).

De un lado se podían ver todas las montañas más altas de México: Cofre de Perote, La Malinche, El Popo, El Izta y del otro, el enorme y profundo cráter del Pico de Orizaba y detrás de el un mar de nubes que cubría todo Veracruz hasta llegar a la costa.
Después de festejar un rato y de tomar varias fotos, decidimos bajar para que no se nos hiciera tarde para regresar a México. Siempre hay que considerar que llegar a la cima, es solo la mitad del camino, falta todavía todo el regreso que no es nada fácil. La mayoría de los accidentes de montaña suceden en el regreso, tal vez porque olvidas que hay que bajar después de conquistar la cima y al momento de bajar, no tienes la energía y concentración suficiente y por la fatiga cometes un error fatal.
La bajada se me hizo muy larga, el glaciar parecía que nunca iba a terminar, durante todo el camino se puede ver el refugio, pero parece como si nunca fueras a llegar. Llegamos a las grietas donde tuvimos algunas dificultades para atravesarlas y después de mucho bajar por fin se acabó el glaciar y pudimos finalmente pararnos sobre terreno horizontal.
Todavía faltaba mucho para llegar, teníamos que atravesar la parte de las lenguas de nieve y el laberinto, pero mientras descansábamos un poco decidimos echarnos una siesta de 20 minutos para después continuar con la bajada. La segunda parte de la bajada también fue lenta, todo estaba muy resbaloso por el deshielo, la nieve estaba muy aguada y todo estaba lleno de lodo, también el terreno lleno de penitentes de más de un metro de altura nos complicaba la bajada.
El lugar era increíble, todo estaba lleno de ríos y cascadas lo cual nos distraía de pensar en lo cansados que estábamos hasta que finalmente nos encontramos sólo a unos cuantos metros del refugio. Al llegar, nos recibieron Rod y Michel que llevaban un rato esperándonos y todos nos felicitamos. Estuvimos un rato platicando y después subimos todo a la camioneta para regresar a México.
Yo, al igual que todos, sentía una satisfacción y un orgullo muy grande por haber conquistado la montaña más alta de México, pero no pude evitar voltear la vista, mirar fijamente la cumbre y preguntarme: ¿Y ahora cuál será la siguiente?